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Ocio y Cultura 08/07/2022 · Diego Fernández

10 obras de Francisco de Quevedo

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Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos fue un escritor del Siglo de Oro, que nació en Madrid en 1580 y murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645.

Era cojo, con ambos pies deformes, y tenía miopía.

Su madre María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre Pedro Gómez de Quevedo secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria.

Entre 1596 y 1600 estudia en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), lenguas clásicas, francés, italiano, filosofía, matemáticas, física y teología.

Quevedo por Velázquez

Entre 1601 y 1605 estudia en la Universidad de Valladolid.

En 1618 recibió el hábito de Santiago.

Llegó a estar preso en el convento de San Marcos (León) 1639 - 1643, (hoy Parador Nacional), por un memorial donde se criticaba la política del conde duque de Olivares.

Obras suyas son: El chitón de tarabillas (1630), La rebelión de Barcelona ni es por el güevo, ni es por el fuero (1641), Cartas del caballero de la Tenaza (1625), Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos; ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños (1626), etc.

1. Miré los muros de la patria mía

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

2. A una Nariz

Érase un hombre a una nariz pegado, 
érase una nariz superlativa, 
érase una nariz sayón y escriba, 
érase un peje espada muy barbado; 
 
era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa, 
érase un elefante boca arriba, 
era Ovidio Nasón más narizado. 
 
Érase un espolón de una galera, 
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era; 
 
érase un naricísimo infinito, 
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

3. Poderoso caballero es Don Dinero

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Qué pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Es galán, y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Más ¿A quién no maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Sus escudos de Armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus Escudos Reales
No hay Escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Nunca vi Damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero. 

4. Padre Nuestro glosado

Filipo, que el mundo aclama 
rey del infiel tan temido, 
despierta, que por dormido 
nadie te teme ni te ama; 
¡Mira que la adulación te llama 
con fin siniestro!; 
padre nuestro. 

Carlos tu hermano murió, 
y con él nuestra esperanza 
que una lanceta fue lanza 
de Longinos que le hirió. 
En cruz verde padeció, 
que así lo afirma y lo siente 
la voz del pueblo, y no miente 
mas, en fin, lo cierto es, Carlos, 
pues premiados ves 
tus impelidos desvelos, 
que estás en los cielos 

Si ignoras, rey, esta muerte 
que a nadie le ha sido oculta, 
¿Quién su muerte dificulta 
del que tu vida divierte? 
¡Oh, cetro!. ¡Oh, mísera suerte 
del reinar!, si en la privanza 
libra tu peso y balanza; 
pues a su ambición cruel 
no hay igualdad en el fiel, 
mientras no fuese el privado 
santificado. 

Oye, rey, nuestros gemidos 
que no es bien así nos trates, 
pues los más fieles acates 
suelen volverse Vellidos. 
Mira que por sus validos 
ofreció el reino Leandro; 
pues puede ser de Alejandro, 
tu nombre, por generoso, 
no quieras que por odioso 
de Rodrigo, aquel mal hombre, 
sea el tu nombre 

Mira el holandés pirata, 
por ver tu reino sin ley, 
que pierde el miedo a su rey 
y te roba el oro y plata, 
y por baldón te retrata 
como mendigo pidiendo, 
y que publica, sabiendo 
del mal que tu reino muere, 
que el español que quisiere vivir 
sin ley y sin Dios, 
venga a nos 

Mira, excelsa majestad, 
que amaga tu negligencia 
libertad a la conciencia 
en pechos sin libertad; 
mira, rey, que esto es verdad; 
del reino en que eres cabeza 
peligra ya la limpieza, 
entre dogmas diferentes; 
despierta, rey que la fama 
por todo el orbe pregona 
que es de león tu corona 
y tu dormir de lirón. 
muerto estás, pues no lo sientes, 
cuando con verdades peino 
el tu reino 

No es bien que el ser tan leales 
tus vasallos, dé ocasión 
a una y otra imposición 
y abra puerta a tantos males; 
que a los duros pedernales 
gasta el importuno acero ; 
y así ha de verse postrero 
en tanto dar y pedir; 
que no siempre han de decir; 
paciencia, lealtad y fe 
hágase. 

Mira, rey, que ya tenemos 
el cordel a la garganta, 
y que la opresión no es tanta 
que aun quejarnos no podemos; 
pero en tan grandes extremos 
de extorsión que nos oprime, 
lo que más el pueblo gime 
es que te falte el querer 
para usar de tu poder, 
pues te robó una amistad 
tu voluntad. 

Tus armadas se aperciben 
para salir a ruar, 
y son caballos del mar 
que con nuestro pienso viven. 
Tus soldados no reciben 
más de una paga librada 
en el banco de la nado, 
y para dar tales frutos, 
se siembran tantos tributos 
como en el mar y en la sierra, 
así en la tierra. 

Ya la Iglesia no se escapa 
ni su sagrado la vale, 
pues de tus términos sale 
la codicia a los del Papa. 
El sacrílego trae capa 
de grave necesidad. 
Grande es, rey, tu majestad; 
Pero al fin eres humano, 
No piense que por ser cristiano 
te han de sufrir en el suelo 
como en el cielo 

Mira, señor, las esquinas 
de tu Madrid, que a deshora 
cantan lo que el pueblo llora, 
vistiéndose de esclavinas. 
Hasta Roma peregrinas 
van a formar en pasquín ; 
que el rey de España a un mastín 
con sangre humana le ceba, 
y que come, mientras lleva 
el ciego pastor del diestro, 
el pan nuestro. 

Si estás pobre, come y gasta 
como pobre en tal zozobra, 
y verás que todo sobra 
a quien lo preciso basta. 
Lo que tu valor contrasta 
Y que tu reino empobrece, 
es tu largueza, que crece 
hasta más de desperdicio, 
pues toca ya en lo del vicio 
el gasto y la demasía 
de cada día. 

Con ser tan justo Daniel, 
privado de un rey tirano, 
lo pidió el pueblo inhumano, 
conjurado contra él. 
A ti, que eres fiel, 
no pedimos un profeta, 
sino un Barrabás, que inquieta; 
tiempo es ya que nos le des. 
Si nos le has de dar después, 
yo la voz del pueblo soy, 
dánosle hoy. 

Mira que son tus corderos 
pasto de esta fiera y robos ; 
mira que visten los lobos 
zamarras de ganaderos; 
que para tus milloneros 
es todo cuanto vendimos; 
atento a lo cual, pedimos 
que en tanto pedir te enmiendes; 
y si cual pobre pretendes 
pedir por amor de Dios, 
perdónanos. 

La plata al cielo encumbraron, 
y el vellón bajó al abismo, 
millones, un parasismo 
dieron, pero no expiraron. 
¿Qué fue lo que remediaron 
en tus mares y en tus tierras 
tanto número de guerras? 
Tan pobre estás como estabas, 
y aún más, pues no sólo agravas 
las tuyas, sino que adeudas 
nuestras deudas. 

En Navarra y Aragón 
no hay quien tribute ya un real; 
Cataluña y Portugal 
son de la misma opinión; 
sólo Castilla y León 
y el noble reino andaluz 
llevan a cuestas la cruz. 
Católica majestad, 
ten de nosotros piedad, 
pues no te sirven los otros 
así como nosotros. 

A una cruz de tanto peso, 
con que a tu reino lastimas, 
en vez de Simón, le arrimas 
otro madero más grueso. 

5. Poema al pedo

Alguien me preguntó un día 
¿Qué es un pedo? 
y yo le conteste muy quedo: 
el pedo es un pedo, 
con cuerpo de aire y corazón de viento 
el pedo es como un alma en pena 
que a veces sopla, que a veces truena 
es como el agua que se desliza 
con mucha fuerza, con mucha prisa. 

El pedo es como la nube que va volando 
y por donde pasa va fumigando, 
el pedo es vida, el pedo es muerte 
y tiene algo que nos divierte; 
el pedo gime, el pedo llora 
el pedo es aire, el pedo es ruido 
y a veces sale por un descuido 
el pedo es fuerte, es imponente 
pues se los tira toda la gente. 

En este mundo un pedo es vida 
porque hasta el Papa bien se lo tira 
hay pedos cultos e ignorantes 
los hay adultos, también infantes, 
hay pedos gordos, hay pedos flacos, 
según el diámetro de los tacos 
hay pedos tristes, los hay risueños 
según el gusto que tiene el dueño 

Si un día algún pedo toca tu puerta 
no se la cierres, déjala abierta 
deja que sople, deja que gire 
a ver si hay alguien que lo respire.

También los pedos son educados
pues se los tiran los licenciados,
el pedo tiene algo monstruoso
pues si lo aguantas te lleva al pozo
este poema se ha terminado
con tanto pedo que me he tirado.

6. A un avariento

En aqueste enterramiento
Humilde, pobre y mezquino,
Yace envuelto en oro fino
Un hombre rico avariento.

Murió con cien mil dolores
Sin poderlo remediar,
Tan sólo por no gastar
Ni aun gasta malos humores.

7. Pues amarga la verdad

Pues amarga la verdad,
Quiero echarla de la boca;
Y si al alma su hiel toca,
Esconderla es necedad.
Sépase, pues libertad
Ha engendrado en mi pereza
La Pobreza.

¿Quién hace al tuerto galán
Y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
Le sirve de Río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan,
Sin ser el Dios verdadero
El Dinero.

¿Quién con su fiereza espanta
El Cetro y Corona al Rey?
¿Quién, careciendo de ley,
Merece nombre de Santa?
¿Quién con la humildad levanta
A los cielos la cabeza?
La Pobreza.

¿Quién los jueces con pasión,
Sin ser ungüento, hace humanos,
Pues untándolos las manos
Los ablanda el corazón?
¿Quién gasta su opilación
Con oro y no con acero?
El Dinero.

¿Quién procura que se aleje
Del suelo la gloria vana?
¿Quién siendo toda Cristiana,
Tiene la cara de hereje?
¿Quién hace que al hombre aqueje
El desprecio y la tristeza?
La Pobreza.

¿Quién la Montaña derriba
Al Valle; la Hermosa al feo?
¿Quién podrá cuanto el deseo,
Aunque imposible, conciba?
¿Y quién lo de abajo arriba
Vuelve en el mundo ligero?
El Dinero.

8. A un juez mercadería

Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
menos bien las estudias que las vendes;
lo que te compran solamente entiendes;
más que Jasón te agrada el Vellocino.

El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,
y al compás que la encoges o la extiendes,
tu mano para el fallo se previno.

No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.

Pues que de intento y de interés no mudas,
o lávate las manos con Pilatos,
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.

9. A una dama bizca y hermosa

Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da al alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?

10. A la edad de las mujeres

De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta.
¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!
 
De treinta a treinta y cinco no alboroza;
mas puédese comer con sal pimienta;
pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vísperas ya de una coroza.
 
A los cuarenta y cinco es bachillera,
ganguea, pide y juega del vocablo;
cumplidos los cincuenta, da en santera,
 
y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo.

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