10 obras de Francisco de Quevedo
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos fue un escritor del Siglo de Oro, que nació en Madrid en 1580 y murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645.
Era cojo, con ambos pies deformes, y tenía miopía.
Su madre María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre Pedro Gómez de Quevedo secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria.
Entre 1596 y 1600 estudia en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), lenguas clásicas, francés, italiano, filosofía, matemáticas, física y teología.
Entre 1601 y 1605 estudia en la Universidad de Valladolid.
En 1618 recibió el hábito de Santiago.
Llegó a estar preso en el convento de San Marcos (León) 1639 - 1643, (hoy Parador Nacional), por un memorial donde se criticaba la política del conde duque de Olivares.
Obras suyas son: El chitón de tarabillas (1630), La rebelión de Barcelona ni es por el güevo, ni es por el fuero (1641), Cartas del caballero de la Tenaza (1625), Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos; ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños (1626), etc.
1. Miré los muros de la patria mía
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
2. A una Nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado;
era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
3. Poderoso caballero es Don Dinero
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Qué pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Es galán, y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Más ¿A quién no maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Sus escudos de Armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus Escudos Reales
No hay Escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nunca vi Damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
4. Padre Nuestro glosado
Filipo, que el mundo aclama
rey del infiel tan temido,
despierta, que por dormido
nadie te teme ni te ama;
¡Mira que la adulación te llama
con fin siniestro!;
padre nuestro.
Carlos tu hermano murió,
y con él nuestra esperanza
que una lanceta fue lanza
de Longinos que le hirió.
En cruz verde padeció,
que así lo afirma y lo siente
la voz del pueblo, y no miente
mas, en fin, lo cierto es, Carlos,
pues premiados ves
tus impelidos desvelos,
que estás en los cielos
Si ignoras, rey, esta muerte
que a nadie le ha sido oculta,
¿Quién su muerte dificulta
del que tu vida divierte?
¡Oh, cetro!. ¡Oh, mísera suerte
del reinar!, si en la privanza
libra tu peso y balanza;
pues a su ambición cruel
no hay igualdad en el fiel,
mientras no fuese el privado
santificado.
Oye, rey, nuestros gemidos
que no es bien así nos trates,
pues los más fieles acates
suelen volverse Vellidos.
Mira que por sus validos
ofreció el reino Leandro;
pues puede ser de Alejandro,
tu nombre, por generoso,
no quieras que por odioso
de Rodrigo, aquel mal hombre,
sea el tu nombre
Mira el holandés pirata,
por ver tu reino sin ley,
que pierde el miedo a su rey
y te roba el oro y plata,
y por baldón te retrata
como mendigo pidiendo,
y que publica, sabiendo
del mal que tu reino muere,
que el español que quisiere vivir
sin ley y sin Dios,
venga a nos
Mira, excelsa majestad,
que amaga tu negligencia
libertad a la conciencia
en pechos sin libertad;
mira, rey, que esto es verdad;
del reino en que eres cabeza
peligra ya la limpieza,
entre dogmas diferentes;
despierta, rey que la fama
por todo el orbe pregona
que es de león tu corona
y tu dormir de lirón.
muerto estás, pues no lo sientes,
cuando con verdades peino
el tu reino
No es bien que el ser tan leales
tus vasallos, dé ocasión
a una y otra imposición
y abra puerta a tantos males;
que a los duros pedernales
gasta el importuno acero ;
y así ha de verse postrero
en tanto dar y pedir;
que no siempre han de decir;
paciencia, lealtad y fe
hágase.
Mira, rey, que ya tenemos
el cordel a la garganta,
y que la opresión no es tanta
que aun quejarnos no podemos;
pero en tan grandes extremos
de extorsión que nos oprime,
lo que más el pueblo gime
es que te falte el querer
para usar de tu poder,
pues te robó una amistad
tu voluntad.
Tus armadas se aperciben
para salir a ruar,
y son caballos del mar
que con nuestro pienso viven.
Tus soldados no reciben
más de una paga librada
en el banco de la nado,
y para dar tales frutos,
se siembran tantos tributos
como en el mar y en la sierra,
así en la tierra.
Ya la Iglesia no se escapa
ni su sagrado la vale,
pues de tus términos sale
la codicia a los del Papa.
El sacrílego trae capa
de grave necesidad.
Grande es, rey, tu majestad;
Pero al fin eres humano,
No piense que por ser cristiano
te han de sufrir en el suelo
como en el cielo
Mira, señor, las esquinas
de tu Madrid, que a deshora
cantan lo que el pueblo llora,
vistiéndose de esclavinas.
Hasta Roma peregrinas
van a formar en pasquín ;
que el rey de España a un mastín
con sangre humana le ceba,
y que come, mientras lleva
el ciego pastor del diestro,
el pan nuestro.
Si estás pobre, come y gasta
como pobre en tal zozobra,
y verás que todo sobra
a quien lo preciso basta.
Lo que tu valor contrasta
Y que tu reino empobrece,
es tu largueza, que crece
hasta más de desperdicio,
pues toca ya en lo del vicio
el gasto y la demasía
de cada día.
Con ser tan justo Daniel,
privado de un rey tirano,
lo pidió el pueblo inhumano,
conjurado contra él.
A ti, que eres fiel,
no pedimos un profeta,
sino un Barrabás, que inquieta;
tiempo es ya que nos le des.
Si nos le has de dar después,
yo la voz del pueblo soy,
dánosle hoy.
Mira que son tus corderos
pasto de esta fiera y robos ;
mira que visten los lobos
zamarras de ganaderos;
que para tus milloneros
es todo cuanto vendimos;
atento a lo cual, pedimos
que en tanto pedir te enmiendes;
y si cual pobre pretendes
pedir por amor de Dios,
perdónanos.
La plata al cielo encumbraron,
y el vellón bajó al abismo,
millones, un parasismo
dieron, pero no expiraron.
¿Qué fue lo que remediaron
en tus mares y en tus tierras
tanto número de guerras?
Tan pobre estás como estabas,
y aún más, pues no sólo agravas
las tuyas, sino que adeudas
nuestras deudas.
En Navarra y Aragón
no hay quien tribute ya un real;
Cataluña y Portugal
son de la misma opinión;
sólo Castilla y León
y el noble reino andaluz
llevan a cuestas la cruz.
Católica majestad,
ten de nosotros piedad,
pues no te sirven los otros
así como nosotros.
A una cruz de tanto peso,
con que a tu reino lastimas,
en vez de Simón, le arrimas
otro madero más grueso.
5. Poema al pedo
Alguien me preguntó un día
¿Qué es un pedo?
y yo le conteste muy quedo:
el pedo es un pedo,
con cuerpo de aire y corazón de viento
el pedo es como un alma en pena
que a veces sopla, que a veces truena
es como el agua que se desliza
con mucha fuerza, con mucha prisa.
El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte
y tiene algo que nos divierte;
el pedo gime, el pedo llora
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido
el pedo es fuerte, es imponente
pues se los tira toda la gente.
En este mundo un pedo es vida
porque hasta el Papa bien se lo tira
hay pedos cultos e ignorantes
los hay adultos, también infantes,
hay pedos gordos, hay pedos flacos,
según el diámetro de los tacos
hay pedos tristes, los hay risueños
según el gusto que tiene el dueño
Si un día algún pedo toca tu puerta
no se la cierres, déjala abierta
deja que sople, deja que gire
a ver si hay alguien que lo respire.
También los pedos son educados
pues se los tiran los licenciados,
el pedo tiene algo monstruoso
pues si lo aguantas te lleva al pozo
este poema se ha terminado
con tanto pedo que me he tirado.
6. A un avariento
En aqueste enterramiento
Humilde, pobre y mezquino,
Yace envuelto en oro fino
Un hombre rico avariento.
Murió con cien mil dolores
Sin poderlo remediar,
Tan sólo por no gastar
Ni aun gasta malos humores.
7. Pues amarga la verdad
Pues amarga la verdad,
Quiero echarla de la boca;
Y si al alma su hiel toca,
Esconderla es necedad.
Sépase, pues libertad
Ha engendrado en mi pereza
La Pobreza.
¿Quién hace al tuerto galán
Y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
Le sirve de Río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan,
Sin ser el Dios verdadero
El Dinero.
¿Quién con su fiereza espanta
El Cetro y Corona al Rey?
¿Quién, careciendo de ley,
Merece nombre de Santa?
¿Quién con la humildad levanta
A los cielos la cabeza?
La Pobreza.
¿Quién los jueces con pasión,
Sin ser ungüento, hace humanos,
Pues untándolos las manos
Los ablanda el corazón?
¿Quién gasta su opilación
Con oro y no con acero?
El Dinero.
¿Quién procura que se aleje
Del suelo la gloria vana?
¿Quién siendo toda Cristiana,
Tiene la cara de hereje?
¿Quién hace que al hombre aqueje
El desprecio y la tristeza?
La Pobreza.
¿Quién la Montaña derriba
Al Valle; la Hermosa al feo?
¿Quién podrá cuanto el deseo,
Aunque imposible, conciba?
¿Y quién lo de abajo arriba
Vuelve en el mundo ligero?
El Dinero.
8. A un juez mercadería
Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
menos bien las estudias que las vendes;
lo que te compran solamente entiendes;
más que Jasón te agrada el Vellocino.
El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,
y al compás que la encoges o la extiendes,
tu mano para el fallo se previno.
No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.
Pues que de intento y de interés no mudas,
o lávate las manos con Pilatos,
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.
9. A una dama bizca y hermosa
Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.
El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.
Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da al alma tantos premios como enojos.
¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?
10. A la edad de las mujeres
De quince a veinte es niña; buena moza
de veinte a veinticinco, y por la cuenta
gentil mujer de veinticinco a treinta.
¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!
De treinta a treinta y cinco no alboroza;
mas puédese comer con sal pimienta;
pero de treinta y cinco hasta cuarenta
anda en vísperas ya de una coroza.
A los cuarenta y cinco es bachillera,
ganguea, pide y juega del vocablo;
cumplidos los cincuenta, da en santera,
y a los cincuenta y cinco echa el retablo.
Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,
bruja y santera, se la lleva el diablo.