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Ocio y Cultura 31/08/2022 · Diego Fernández

10 extractos del libro 'Yo confieso' de Mikel Lejarza y Fernando Rueda

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"Mikel Lejarza ha guardado silencio sobre su vida hasta este momento. Ahora ha decidido desvelar en primera persona en el libro Yo confieso todo lo que ha hecho y todo por lo que ha pasado. Ha escrito, con la ayuda del periodista Fernando Rueda, unas memorias duras, sinceras, en las que por primera vez cuenta todo lo que ha sido su vida, sin olvidarse de los momentos amargos, de su éxitos e, incluso, de aquellas actuaciones de las que no está especialmente satisfecho.
Yo confieso es un libro humano en el que Mikel ha querido que Mamen, su mujer, confidente y compañera en algunas de sus misiones, aporte su visión personal sobre los hechos, recordando los momentos vividos en una relación complicada, como no podía ser otra que la vivida por una mujer que ha compartido 40 años con el agente más antiguo que tienen los servicios secretos españoles."


Detalle de portada del libro 'Yo confieso' de Mikel Lejarza y Fernando Rueda

1. Extracto 1

Tras nueve meses relacionándome intensamente con el entorno de la organización, estuve infiltrado en ETA un año, desde septiembre de 1974 a septiembre de 1975.

2. Extracto 2

1975
A mediados de febrero llegó la tan ansiada llamada y quedamos en La Tortilla, el mismo bar que la primera vez. Vino Smith y otro al que llamábamos Chao, el jefe de la banda en Cantabria. Me comunicaron que, a partir de ese momento, «te vamos a llamar Gorka, será tu nombre en la organización». Y me anunciaron: «Vamos a hacer un atraco en un banco de Éibar, y tú, como conduces bien y tienes coche, vas a ir de chófer».

3. Extracto 3

Una mañana del mes de junio de 1975 me recorrí los pesados quince kilómetros que me separaban de una cabina para darle una noticia a Carlos, que había dejado el País Vasco y estaba en Madrid, donde habían centralizado el seguimiento de la Operación Lobo. 
—Tengo que decirte una cosa. Me he reunido con Ezkerra, Montxo y Pertur, y me han dado un cargo decente dentro de la organización. 
—¿Los comandos especiales? 
—No, ahí ya sabes que está Wilson. Es otra cosa. 
—Entonces, ¿qué? 
—Me han nombrado jefe de la infraestructura de ETA.

4. Extracto 4

1975
A finales de junio fueron las fiestas de San Juan de Luz. Las recuerdo porque entonces me presentaron a Gurruchaga, que era el tesorero de los políticomilitares, y este a su vez me presentó a cuatro o cinco milis. A algunos ya los conocía de una boda a la que me habían invitado de uno que había estado en la comuna de Dax. Dos de los que me presentó fueron Peixoto y Mamarru. Ambos estaban en el grupo con el que me junté durante las fiestas, con otros dos que ya estaban contentos por el efecto de la bebida y que empezaron a tontear un poco en plan de presumir. Nunca pude imaginarme las palabras envenenadas que iban a salir de sus labios, como escupitajos. 
—Nosotros pillamos a tres policías, que luego decían que no eran policías, pero bueno. Estaban en el bar Hendayais y los calamos al momento. Tuvimos un follón con ellos, venían de chulitos. Los cogimos a la salida del bar, nos los llevamos a la playa y después a un caserío en las afueras de Bayona. Ahí les metimos una paliza de la leche y, cómo no querían reconocer que eran txakurras, les sacamos los ojos en vivo. 

5. Extracto 5

1975
Recuerdo que era el 6 de julio. Dos días después iba a regresar a España como jefe de Infraestructura y a los del servicio no se les ocurrió otra cosa que ponernos una bomba. Carlos me advirtió, como quien no quiere la cosa, que no estuviera de una a dos de la tarde en el edificio de la cooperativa Sokoa. Y yo, precisamente, tenía que estar, porque me habían convocado a una reunión de la ejecutiva. 
—¿Vais a poner algo? —pregunté. 
—No…, van a poner —matizó Carlos. 
¿Cómo no iba a estar? Habrían notado mi ausencia y, si de verdad pasaba algo, se habrían mosqueado. La buena suerte fue que a esa hora los trabajadores de la cooperativa Sokoa, que ocupaban la primera planta, se habían ido a comer. En la segunda planta estábamos todos los de ETA. Le estuve dando vueltas al asunto: «¿Qué hago? — pensé una y otra vez, para concluir—: No puedo hacer nada». Miraba el reloj obsesivamente: tictac, tictac. Lo único que se me ocurrió fue coger del brazo al principal de los que estaban allí, Ezkerra, y me lo llevé debajo de una viga maestra de las más gordas junto al pilar principal, a ver si nos podíamos librar de lo más gordo. Y mi reloj: tictac, tictac. Lo que dicen en la película El Lobo de que yo quería salir a fumar es mentira, porque no fumaba ni he fumado hasta los 58 años, y después solo puros. Cuando hizo el tac último, aquello fue un pepinazo que ¡madre mía de mi vida! El segundo piso se desplomó entero, lo que provocó que algunos cayéramos a la planta de abajo, pero con tan buena suerte que no nos pasó nada. Heridillas y cosas de esas, pero nada grave. 

6. Extracto 6

Francia 1976
Pillé a Pakito en un momento en el que estaba sin su chófer, que era también su escolta. Coger a un tío, más a ese tío, y tumbarlo en el suelo con el pie en su cabeza fue dramático. Cuando lo tuve inmovilizado, le metí la pistola en la boca. 
—La cara no me la vas a ver, pero la voz me la conoces, ¿verdad? 
—Sí sí. 
—Te digo una cosa: como te metas con alguien de mi familia, un amigo o alguien de mi servicio, ten cuidado porque os pasamos por el cuchillo a vosotros, a vuestras familias, a vuestros amigos y a los amigos de vuestros amigos. ¿Ves lo fácil que es pegarte un tiro? Pakito temblaba. Le di un leñazo y me fui. 

7. Extracto 7

1977
En Lekeitio estábamos comiendo en un restaurante popular y me di cuenta de que a uno de mis hombres se le veía la punta del revólver. Enseguida detecté que una señora salía a la calle. La experiencia que llevaba encima hacía que interpretara hasta la expresión de las caras, y la de la señora era total. Les advertí a todos los de mi equipo: «Ahora, cuando nos vayamos, cuidado, que lo mismo tenemos que liarnos a tiros». Salimos con las manos en las pistolas y nos encontramos a cerca de doscientas personas cerrándonos el paso. Disparé un tiro al aire y les dije en vasco que se quitaran de en medio. Supongo que por la sorpresa se quedaron quietos, pero finalmente nos abrieron un camino. En esos segundos de tensión, vi cómo cuatro tíos se montaban en un coche. Paco el Calvo conducía muy bien, había participado en ralis, y le dije: «Tira hacia Bermeo». No tardé en comprobar que nos seguían y le informé: «Estamos escapando de un comando de ETA». Yo, con una sonrisa, no necesité decirle qué debía hacer pues con mirarnos ya bastaba para entendernos. Hizo un trompo y nos fuimos derechos a por ellos. Pararon el coche, se bajaron a la cuneta y se quedaron juntos en grupo con sus metralletas, en lugar de apostarse cada uno en un sitio distinto. Nosotros nos desplegamos y los inmovilizamos. Llamamos vía radio a la Guardia Civil y se los llevaron detenidos. 

8. Extracto 8

1979
Montamos una escenificación simulando que yo era un etarra arrepentido, y Bastarreche llamó a la televisión belga y a otros medios como un agente de los servicios secretos españoles que les pasaba una exclusiva. Delante de una pared pusimos una bandera de Euskadi enorme y yo me coloqué a un lado con traje negro y capucha negra, hablando en euskera y en español. Me hicieron una entrevista en la que queríamos hacer ver que ETA se entrenaba en campos belgas gracias a los apoyos con que contaban en ese país, una realidad que conocíamos perfectamente, pero que nadie se atrevía a denunciar. Nadie tomaba cartas en el asunto, ni siquiera el propio Gobierno español. El reportaje tuvo mucha repercusión en Bélgica. Se armó un follón impresionante. Nuestro Gobierno pidió explicaciones al belga, que no sabía por dónde salir. 

9. Extracto 9

Yo solo puedo añadir que cuando se cerró la operación, en junio de 1992, salió cien por cien perfecta. Detuvieron a todos los miembros de Terra Lliure, aunque algunos de los sospechosos no llegaron a ser involucrados por diversos motivos. En los ambientes de ese grupo terrorista estaba, según me contó Chema y me corroboró el jefe del operativo del servicio, Oleguer Pujol, el hijo pequeño de Jordi Pujol, que se largó a Francia. La vinculación de Oleguer se calló por ser hijo del presidente de la Generalitat catalana. Otro que estaba en esos ambientes fue Carles Puigdemont. Era uno más entre todos los que estaban controlados, y se quitó de en medio. Olió la operación policial, se pidió un año sabático en su empresa y se largó de España. 

10. Extracto 10

Con Josu Ternera me acuerdo que me topé a finales de los años 90 en una de las salas del aeropuerto de Düsseldorf. Llamé por teléfono a Enrique, mi oficial de caso: 
—Oye, que tengo a Josu Ternera aquí al lado. 
—¿Qué dices? 
—Que Josu Ternera está en el aeropuerto. 
—Bueno bueno, déjalo. 
—Pues claro, no lo voy a coger. Pero ¿qué me quieres decir? 
—Tú vete a lo tuyo y olvídate. 
Me mosqueó el «olvídate». Pensé: «¿Vais a pedir que lo sigan o tenéis un acuerdo con él?». Esas cosas ya me habían pasado.

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